Origen del mobiliario


El mobiliario escolar ha evolucionado mucho en el último siglo, desde los ban-cos escolares de comienzos del mismo hasta las sillas y mesas actuales. Las claves de esta evolución han sido: el Movimiento Moderno a principios del siglo XX, que da prioridad a la funcionalidad; la II Guerra Mundial, con su repercusión en el desarrollo de los métodos de fabricación y la ergonomía; las investigaciones de A. C. Mandal sobre la postura sedente y su propuesta de postura semisentada, y la trasformación de los métodos de enseñanza tradicionales hacia otros más activos. En los últimos años, el uso de nuevas tecnologías está originando otra revolución en los métodos de enseñanza, y se empieza a percibir la necesidad de adaptar el mobiliario escolar a las nuevas características. Aunque se están desarrollando propuestas para dar una solución, todavía no se ha adoptado la definitiva.
En España, el mobiliario escolar no gozó de un diseño centralizado hasta finales del siglo XIX y principios del XX. Por ello, en cada pueblo o escuela había ban-cos o mesas de distinto tipo, y eran los carpinteros de los pueblos los que diseñaban su propio modelo. No obstante, en determinados lugares, por parte de algunos inspectores se dictaban normas de cómo debía ser el mobiliario escolar (Museo del Niño y Centro de Documentación Histórica de la Escuela, 2001).
Uno de los modelos de banco escolar que se extendió por toda España a finales del siglo XIX y primera mitad del XX fue el llamado pupitre “Museo Pedagógico Nacional” (figura 1), que era bipersonal, con asientos abatibles, rejilla de madera para apoyar los pies y tablero inclinado con estante para guardar los libros y carteras y orificios para tinteros. Se trataba de un mobiliario de dimensiones fijas, no adaptable al alumno, pero con una serie de características que colaboraban en ayudar al usuario a mantener una postura sana, con el cuello erguido y la espalda recta, como era la inclinación del plano de trabajo.
El modelo de banco escolar de la misma época, pero con un diseño mucho más sencillo. No tiene rejilla para apoyar los pies ni estante para los libros, y el tablero es horizontal. Esta última característica no era habitual en una época en que casi la totalidad de los pupitres se fabricaban con el plano de trabajo inclinado.
El modelo de pupitre de la década de 1940, tiene una escasa evolución que tuvo el mobiliario escolar en la primera mitad del siglo XX en España.
Si se analiza el mobiliario escolar en el resto Europa en esa misma época, a finales del siglo XIX hay constancia de los primeros proyectos de pupitres que permiten al alumno adaptarse a distintas posturas, proyecto suizo de pupitre escolar de 1890, en el que el usuario puede adoptar tres posturas sanas, fomentando el cambio de postura por parte del estudiante.
 
La llegada del Movimiento Moderno, a principios del siglo XX, trae consigo un cambio en el diseño de las sillas. Las nuevas tendencias dan prioridad a lo esencial y a la funcionalidad, eliminando cualquier tipo de ornamentación considerada superflua. Estas nuevas características iban encaminadas a convertir la silla en un producto totalmente industrial, facilitando su fabricación en serie y, por tanto, abaratando costes. Sin embargo, estos nuevos diseños en apariencia más sencillos eran producidos prácticamente de modo artesanal, debido a la falta de tecnología de la época.
Los modelos de pupitre diseñados por el arquitecto francés Jean Prouvé en las décadas de 1930 y 1940. En estos diseños puede observarse esa tendencia hacia la funcionalidad y, además, suponen una transición entre el pupitre clásico y lo que serán los diseños de mobiliario a partir de la II Guerra Mundial. Aunque en ellos se mantienen el asiento y la mesa unidos, y el plano de trabajo sigue siendo inclinado, se trata de diseños mucho más sencillos. Cabe destacar la desaparición del banco en los pupitres bipersonales, evolucionando hacia asientos individuales.
La II Guerra Mundial tuvo incalculables consecuencias sobre la industria del mueble, en especial en Estados Unidos. En tiempos de guerra se hizo una enorme inversión en investigación y desarrollo en las industrias bélicas, y en la posguerra se permitió a diseñadores y fabricantes de mobiliario aprovechar las nuevas tecnologías para la fabricación de sus productos con fines pacíficos. Por tanto, fue a partir de la II Guerra Mundial cuando las nuevas tendencias del diseño tuvieron repercusión en el mobiliario escolar. Se empiezan a fabricar muebles más simples, se separa la silla de la mesa y se eliminan todo tipo de elementos considerados superfluos, como la inclinación del plano de trabajo. Eso permitió abandonar una producción prácticamente artesanal para comenzar a hacer una producción industrial.
El diseño de mobiliario realizado por el arquitecto Arne Jacobsen en la década de 1950 para la escuela Munkegards (Dinamarca) es un ejemplo de estas nuevas tendencias. Pese a no fabricarse desde finales de los años sesenta, el mobiliario de Jacobsen tuvo gran importancia. Por una parte, representó una ruptura con la idea de pupitre que venía fabricándose hasta entonces y, por otra, fue el punto de partida para una nueva idea de diseño escolar con unas características que siguen vigentes en la actualidad, como es la separación de la silla y la mesa, la idea de plano de trabajo horizontal y el empleo de tubos de acero como material. Tanto la silla como la mesa estaban disponibles en tres tamaños y, además, había un modelo de silla con ruedas.
Este tipo de mobiliario tiene unas dimensiones estáticas, medidas en una posición de referencia, que serían tronco erguido, vista al frente y ángulos de 90 grados en codos, caderas, rodillas y tobillos. Dicha posición de referencia no tiene en cuenta la variedad de posturas que se adoptan al leer, escribir y atender al profesor. Además, el plano de trabajo horizontal obliga al alumno a adoptar una postura más encorvada que en los antiguos pupitres de madera con plano inclinado.
La II Guerra Mundial también tuvo repercusión en el desarrollo de la ergonomía, fundada por Kaare Klint en 1917, en el marco de ciertas investigaciones militares que condujeron a lo que se llamó “human engineering”. Después de 1945 los diseñadores se vieron por primera vez en situación de evaluar datos referidos a la relación hombre/máquina, lo que posibilitó configurar asientos con mayor capacidad de adaptación al cuerpo. Con este interés creciente por la ergonomía y la adaptación entre la silla y el usuario, empieza a ser motivo de discusión entre los expertos si la postura que se estaba tomando de referencia para realizar los diseños (tronco erguido, vista al frente, ángulos de 90 grados en codos, caderas, rodillas y tobillos) era realmente la más saludable.
En los años setenta el médico danés A. C. Mandal publicó una serie de estudios que se recopilan en el libro The Seated Man, publicado en 1987. En esta obra se analiza la postura del hombre sentado y se dan algunos criterios de evaluación de su salubridad. Según los estudios realizados por Mandal, la postura erguida (extremidades flexionadas a 90º) no es posible mantenerla durante periodos largos de tiempo, no hay base científica como para considerarla la más adecuada y, además, da lugar a fatiga y malestar. La postura correcta sería aquélla en la que el usuario está semisentado, en la que se forma un ángulo de 135º entre el tronco y las piernas. De esta forma, se conserva la curva lumbar y se relajan los músculos, permitiendo que la espina dorsal lleve el peso del cuerpo de una manera más cómoda. Mandal partió para su estudio de las investigaciones del cirujano ortopédico Hanns Schoberth en 1962 y del cirujano americano J. J. Keegan en 1953. Sobre esta base, Mandal propuso un tipo de silla más alta cuyo asiento se inclina hacia delante unos 15º. Además de la conservación de la curva lumbar y la mayor relajación muscular, esta postura proporciona más movilidad y libera parte de la presión en los pulmones y el estómago.
Para evaluar el efecto que un asiento inclinado hacia delante tiene en la flexión y en la curvatura de la espalda, Mandal llevó a cabo un experimento (Mandal, 1987). Para realizarlo, los participantes se colocaron en una estación de trabajo con un asiento y una superficie de trabajo de altura fija. Sin embargo, los pies se colocaron en tres posiciones diferentes para simular diferentes alturas de trabajo, y el asiento y la superficie de trabajo se inclinaron. En primer lugar, los participantes se colocaron en la posición tradicional de ángulo recto, con lo cual el asiento y la superficie de trabajo se inclinaron gradualmente, y la posición de los pies se bajó, para simular un incremento de la altura del asiento y de la superficie de trabajo.
Los resultados fueron significativos. En la posición final, la flexión y la curvatura hacia delante en la cadera y en la espalda se reducía enormemente, preservando la lordosis lumbar. Es una posición de descanso natural, en la que los músculos están relajados y el cuerpo equilibrado, y es la más adecuada para largos periodos de tiempo en posición sedente.
Otra razón para que Mandal (1987) proponga un plano de trabajo más alto está basada en la distancia visual, que es más corta en un niño que en un adulto. Si la altura de la mesa no está planteada considerando su campo de visión, el niño lo compensa inclinándose hacia los papeles y los libros.
De modo orientativo, Mandal (1987) propuso la altura del usuario como referencia para la silla y el plano de trabajo, para lo que la altura de la silla tiene que ser un tercio de la altura de la persona y la del escritorio la mitad de esa misma dimensión (Mandal, 1987). 
Este tipo de mobiliario es utilizado desde los años setenta en países del norte de Europa como Dinamarca, Suecia o Noruega, y fue el punto de partida de una corriente alternativa a la postura sedente clásica. La discusión sobre cual es real-mente el mobiliario más saludable para el usuario se mantiene en la actualidad, y mientras que algunos expertos aseguran que la postura sedente clásica resulta patógena, otros mantienen que no hay base científica para mantenerlo, y que no está demostrado que otros tipos de mobiliario den mejores resultados.
En España, las nuevas tendencias no llegaron hasta años más tarde, y el uso de pupitres de madera se mantendría hasta finales de los años sesenta, e incluso hasta finales de los años setenta en las escuelas rurales. Los pupitres son cambiados por un conjunto silla-mesa individual, con el plano de trabajo horizontal, muy parecidos a los que se pueden encontrar en la actualidad en las escuelas españolas. El principal motivo de este cambio fue la transformación de los métodos docentes tradicionales, desde una enseñanza de tipo formal a otra de carácter informal (los denominados “métodos activos”). El aula tradicional requería la existencia de un estrado para que el profesor quedase por encima de los alumnos, y un sistema de colocación de estos que asegurase un mínimo movimiento por su parte. En cambio, con los nuevos métodos se suponía que los alumnos tendrían que desplazarse por la clase con facilidad y frecuencia. Así fue como el sistema banco-mesa fue sustituido por sillas y mesas individuales, que podían utilizarse por uno o dos estudiantes, o agruparse para uso de grupos de 4 o incluso 6 alumnos (Scriven, 1975).
 
La estructura de estos muebles era de tubos de acero, mientras que para la tapa de la mesa, el asiento y el respaldo de la silla se utilizaban láminas de madera barnizada. La mesa tenía una cajonera lateral para guardar los libros, aunque en algunos modelos esta cajonera la tenían situada debajo de la tapa de la mesa. Además, en la tapa de la mesa había una ranura para colocar los utensilios de escritura.
A mediados de los años setenta empiezan a aparecer las mesas y sillas de láminas de madera con distintos tipos de acabado, formica y melamina, materiales que facilitaban la limpieza del mobiliario, si bien la estructura sigue siendo de acero y el diseño básico se conserva.
Desde los años setenta hasta hoy en día el mobiliario escolar presenta pocas variaciones desde el punto de vista ergonómico. Los parámetros de diseño siguen siendo fundamentalmente los mismos, si bien actualmente la superficie del asiento y del respaldo son mayores y presentan una curvatura que se adapta al cuerpo del usuario, lo que hace que el asiento sea más cómodo y se de una mayor protección a la espalda. Sin embargo, las dimensiones generales del puesto son menores que las de los pupitres de los años 50, a pesar de que la talla media del alumno, a igualdad de edad, de aquella época era menor que en la actualidad (Bustamante, 2004). También se ha modificado la situación de la cajonera, que ha pasado de estar en un lateral a estar debajo de la tapa de la mesa.
Los materiales empleados sí han evolucionado. Actualmente, aunque la estructura sigue siendo de acero, el asiento, el respaldo de la silla y la tapa de la mesa son de madera prensada con un recubrimiento plástico ligeramente rugoso, para evitar que se deslice el papel.
En los últimos años han surgido distintos diseños de puesto escolar, muy diferentes entre sí, pero que podrían marcar cuál va a ser el futuro del mobiliario escolar.
El diseño del arquitecto y ergónomo Antonio Bustamante (2004), modelo en que el alumno mantiene una postura semisentada y se tiene un plano de trabajo inclinado. Sin embargo, el diseñador Philippe Starck (2003) recupera el concepto de pupitre tradicional de madera, pero con plano de trabajo horizontal (Cooper et al., 2005). Por último, el diseñador Ronnie Lacham (2002) propone una silla escolar que pueda balancearse como una mecedora.
A finales de los años ochenta y principios de los noventa aparecen en los colegios españoles las primeras aulas dedicadas exclusivamente al uso de ordenador. En un principio se equiparon con el mismo mobiliario que el resto de las aulas, incluso con sillas y mesas que ya habían sido desechadas para su utilización en el aula tradicional.
En los últimos años el uso del ordenador se ha convertido en una herramienta fundamental de las actividades docentes, y eso ha llevado a que los colegios se hayan dotado de un mobiliario específico para las aulas donde se desarrollan actividades con pantallas de visualización. Sin embargo, el tipo de muebles que se están empleando están diseñados para adultos, ni siquiera respeta las dimensiones antropométricas básicas de sus usuarios, ni tienen en cuenta la heterogeneidad en las tallas de los mismos. Aunque se están desarrollando propuestas para dar una solución a este problema, todavía no se ha adoptado una solución definitiva. 
  

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